martes, 24 de abril de 2012

-Capítulo 7-

Pensé mi acción con la mirada clavada en la rebeca y aquella nota que tenía encima, sin mover ni un músculo hasta que Ariana se volvió para llamarme la atención. Le pedí que entrara en la tienda mientras yo iba a mirar una cosa, y aunque insistió en acompañarme le rogué que no lo hiciera.
<<No quiero que Ariana pague el precio del peligro por mí>>, pensé.
Rodé los ojos buscando a toda silueta extraña a mi alrededor. En unas cuantas zancadas toqué el borde de la mesa y sostuve entre mis manos mi rebeca, mirando con temor a la nota de papel que tenía encima.
''Eres una niña muy obediente. Ahora siéntate. Espera a que venga el camarero. Pides un vaso de agua. Y te vas. No me defraudes, y seguro que me harás caso en el próximo casi encuentro.''
Mis ojos se humedecieron y sentí unas inmensas ganas de llorar por el miedo que corría por mis venas en este preciso momento. Arrugué el papel y lo tiré al suelo mientras me acurrucaba en la silla con la rebeca en las manos, mirando a toda la gente que corría por la planta como si fuera una loca.
Ariana no aparecía, aún se estaba probando ropa y tampoco veía a nadie conocido por aquí. No tenía el atrevimiento de levantarme, andar y buscar a Ariana, ya que en cualquier momento podrían secuestrarme. Si es que esa es la intención que tiene.
Mis piernas se agitaban rápidamente. Miré a la entrada de la cafetería y vi saliendo a un chico alto, esbelto, moreno y de piel oscura apuntando a lápiz en el pequeño bloc de notas.
Cuando levantó la vista, intenté gritar, si no fuera porque él me tapó la boca.

- Tranquila. -dijo.
Negaba con la cabeza, estaba muy asustada. ¿Cómo quería que estuviera tranquila?
- Tranquilízate. -continuó.- No voy a hacerte nada Diane. Promete que no vas a gritar ni a salir corriendo.
Asentí, a continuación sus músculos se relajaron aunque no me soltaba de la muñeca.
- Zayn, te odio. Eres cruel, ¿por qué m'ierda me haces esto? -susurré en lágrimas.
- Odiame, pero te advierto de que no andes sola a partir de ahora.
- ¿Cuando vas a dejarme en paz? ¿Por qué no te vas a hacerle la vida imposible a otra persona de tu altura? -agaché la cabeza.- Si me vas a hacer algo, hazlo rápido.
Notaba una taquicardia.
- Lo que vaya a hacerte, te lo haré. -buscó desesperadamente algo por el centro comercial con la vista. Parecía frustrado.- Oye, vas a volver a casa. ¿Has venido sola?
- No. Déjame. No tiene gracia asustarme de esa manera, ¿cómo conseguiste la rebeca?
- ¿La rebeca? Mira, no sé de qué me hablas. -se acercó a mí, juntando su nariz con la mía.- Vas a volver a casa, con quién sea con el que has venido.
- ¿¡Por qué!? -intentó soltarme.- ¡Sal de mi p'uta vida!
- ¡Deja de gritar! ¡Deja de comportarte como una cría inmadura y escúchame! -me sostuvo de las mejillas.- Estás en peligro y...
- ¡Lo sé! ¡Hasta que no desaparezcas... pues claro que estaré en peligro!
- No. No lo entiendes. Pero no puedo decirte nada. Ven un momento.
Me arrastró hasta introducirme en el trastero de la cafetería, donde guardan los alimentos. Cerró la puerta. Retrocedí cuatro pasos hasta quedar en la pared, lloré con más intensidad y sabía qué iba a ser de mí.
- Vas a obedecerme en todo lo que te diga.
- ¿Vas a matarme?
Él no logró entender. Pero sabía perfectamente por dónde iba la cosa.
- Vamos. Mátame. Pero acaba con esto ya.
- ¡No voy a matarte! ¿Estás loca? -se sentó en una de las cajas de latas de conserva.- Debes tener cuidado por dónde andas, con quién sales y en quién confías. Tienes que irte de aquí lo más pronto que puedas, no salgas de casa y si lo haces que sea en compañía. Pero repito, cuidado con quién.
- ¿Por qué me estás diciendo esto? ¿Crees que voy a fiarme de tí?
- No. Por eso voy a darte esto... -sacó un celular de su bolsillo del delantal. Me lo entregó.- Tienes que marcar el número que está memorizado en la agenda, es el único. Úsalo cuando necesites ayuda.
- Mentira... Eres un mentiroso. ¡Quieres aprovecharte de mí! ¡Quieres que confíe en tí para luego hacerme lo que se te pase por la mente! ¡Secuestrarme durante días! ¡Violarme! ¡Incluso matarme! -le empujaba contra la puerta proporcionándole puñetazos en el pecho mientras mis fuerzas disminuían aceleradamente. No podía dejar de llorar.
Sus manos atraparon las mías.
- No sólo te pido que tengas cuidado con los demás. Aunque ya lo sepas, no confíes totalmente en mí. -me pegó a su pecho mientras me acariciaba el pelo.- Todo va a ir bien, si haces caso en lo que te digo.
- No lo haré.
- Entonces sal. Ve a estas horas de la noche sola a tu casa. Júntate con gente a la que no conoces del todo. Deja que te acosen por mensajes. Deja que te hagan sentir miedo.
Me aparté y le miré.
- ¿Cómo sabes lo de los mensajes?
- ¿No te lo he advertido ya?
- Zayn, ¿estás controlándome? ¿Por qué de repente me llamas por mi apodo? ¿Por qué sabes mi número de teléfono? ¿Por qué sabes dónde vivo? ¿Por qué me dices estas cosas? ¡¡Esto no está bien!!
- No te estoy controlando. Te estoy protegiendo.
- No necesito protección.
- Bien. Acuérdate. Te lo he advertido, y quedate con el móvil, úsalo bien. -me soltó y agarró el pomo de la puerta del almacén.- Diane, ten mucho cuidado.

En cuanto él abrió la puerta salí corriendo a buscar a Ariana.
Me pegaba empujones con todo el mundo, corría, lloraba, tenía miedo. Hasta que por fin vi a Ariana saliendo de la tienda, no se explicaba el porqué de mi actitud.

- ¡Zayn! -grité.
- ¿Qué pasó? -exclamó preocupada.
- ¡Está tramando algo! ¡Tengo mucho miedo, por favor, no me dejes sola! ¿Puedes dormir en mi casa? ¡Mis padres hoy no estarán! -le dije.
- ¿Qué me estás contando? -dejó caer las bolsas al suelo junto con las mías que llevaba.- Diane, justo vienen a recogerme ahora. Iba a salir a avisarte y te encontré. Me esperan abajo con el coche porque voy a casa de mi abuela, sí, la que está fuera de la ciudad. Perdóname con toda tu alma, pero no puedo.
- ¡¿QUÉ?! -me llevé las manos a la cara y caí al suelo. Ariana me levantó y se despidió de mí casi llorando igual.

Recogí mis bolsas y miré a todos lados, bajé por las escaleras mecánicas aferrándome a algo con lo que poder defenderme si se acerca a mí ota vez.
Cuando salí el frío me dio dos bofetadas en la cara. Caminé a paso apresurado sin dejar de vigilar mi entorno.
Cada calle por la que habitualmente pasaba, se me hacía más oscura y siniestra.
Todo parecía más peligroso. Justo esta noche.
Llegué a la plaza común y tenía que bajar cinco o seis calles más para llegar a casa, el camino se hacia mucho más largo ahora que estaba sola y asustada.
En la calle de mi izquierda, comenzó a sonar una melodía de un celular. Me paré en seco y luego vi el cartel ''Carretera cortada por daños viales'', y tuve que pasar por la calle oscura.
Me introduje en ella sin dejar de escuchar la música de llamada, se hacía más fuerte y más oscuro por la ausencia de faroles.
La música se paró, al igual que yo.

Unas manos me taparon la boca, los ojos no respondían con tan poca luminosidad. Un brazo me presionaba el estómago y me sentía arrastrada hacia el final de la calle.
Me agitaba de lado a lado mientras me golpeaba en la parte baja de la espalda con su rodilla. Tenía un cierto olor a tabaco y alcohol sorprendente.
Quería escapar pero lo único que podía hacer era morder la palma de la mano de quien quiera que sea.
Luego, le proporcioné una patada entre sus piernas y salí corriendo sin recoger las bolsas que cayeron al suelo en el momento en que vi pasar mi vida en unos escasos segundos.

Tuve problemas al intentar meter las llaves en la cerradura de casa, mi cuerpo temblaba y lloraba con gritos desgarradores.
Al entrar en casa, no conseguí ver nada. Todo estaba oscuro excepto la televisión.
Esta estaba encendida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario